Que rico estofadito se preparó ayer, y para que no nos sepa a poco, lo aderecemos además con los relatos del concurso
SOY PAQUITA Y ESTA
ES MI HISTORIA
Soy hija de pescador, mi padre y su hermano pescaban juntos
y, la temporada de verano nos íbamos a vivir a la orilla del río. Nos bajábamos
las dos familias. Hoy se diría, ir de camping.
La vida que hacíamos era jugar y hacer figuritas de barro y
ponerlas a secar para formar nuestras casitas, y nos hacíamos nuestras muñecas
de trapo.
Las hacíamos los vestiditos nosotras mismas, esos eran
nuestros juguetes. Mi primo y mi hermano fugaban a la peonza. Pasábamos mucho
tiempo solos porque mi madre y mi tía se subían al pueblo a vender los peces
que habían pescado el día anterior, y nos contaban lo que decían, ¡¡peces vivos
mujeres, que tenéis que preparar el almuerzo a los maridos que se van a
trabajar!! Eran las historias que nos
contaban y los chascarrillos que las decía las mujeres, como que, “eran la
alegría del amanecer la voz de las pescaderas.”.
Sabes lo que recuerdo con mucho cariño la amistad que tenían
con los vecinos que allí tenían. Cerca estaban las huertas de Fausto y Julián.
A la hora de la comida o la cena bajaban con sandías, melones
y hortalizas que ellos tenían y mis padres les daban peces.
Una cosa que recuerdo es como sabíamos cuando era domingo,
ese día mi madre nos compraba chocolate para merendar, ese chocolate era marca
Colino, y mi padre nos daba un paseo en barca.
Una cosa muy divertida era cuando se acababa la temporada de
verano. Mi otro tío bajaba con su familia a comer el guiso de peces que era lo
típico de antaño, hacer el guiso a la orilla del río hecho por los pescadores.
Allí se comía y se bebía hasta que se iba la luz, luego ya sin luz empezaban a
cantar que ellos lo hacían muy bien y una coplilla que no se me olvida es…
Asómate a la puerta a ver quien pasa. Niña los pescadores ya van pa casa
Si te preguntan quién eres responde con alta voz .Las familias pescadoras con más salero que el sol.
-Paquita Sanchez Rojas-
RECUERDOS DE MI NIÑEZ
Tengo
recuerdos de mi niñez muy bonitos y los recuerdo con nostalgia.
Yo he vivido siempre en la calle del Alamillo
que va desde la Cé a San José. Era una calle muy concurrida, pues por allí
pasaban todos los domingos al futbol las gentes a las que las gustaba, y aseguro
que subía muchísima gente.
También yo
con mis amigas íbamos, pero no teníamos dinero, siempre estábamos a ver si nos podíamos colar
sin pagar. También entre semana en San José a las tres de la tarde tocaban la
campana a los gozos y, subía mucha gente con sus sillitas, y muchas, con
macetas de algarrobas y alelíes para el santo.
Pero no se
me puede pasar la procesión que también pasaba por mi calle. Cuando iban dando
la comunión a los enfermos, que bonito lo ponían todo, el altar que cada mujer ponía
en su casa y, antes de todo esto las mujeres ya habían trabajado muchísimo para
jalbegar los patios, y las fachadas de las puertas. Ponían sus colchas y sus
mejores mantones colgados en sus ventanas y, altares de cada una de las casas.
En mi calle había
una cieguecita que siempre la daban la comunión y yo corría a su casa para
verlo.
Bueno eran distracciones
que teníamos entonces y que ahora las recordamos con mucho cariño. Los domingos
yo me iba a la plaza con mis amigas y nos comprábamos castañas asadas de la tía
María, tostones y pipas de la tía Justa que vivía en el ayuntamiento.
Y así pasábamos
la tarde jugando en la plaza y la Soledad. Entre semana yo estaba casi siempre
en la Cé, en casa de mi tía Jacinta, ella no tenía hijos a me quiso aporijar.
Pero yo recuerdo que cuando podía me iba a mi casa, pero la recuerdo con mucho
cariño, pues allí también tengo muchas cosas que siempre recordare con ternura
y nostalgia.
Cuando venia
mi tío del campo teníamos el agua al sol en un lebrillo para que se lavase los
pies y, un caldo del cocido con un huevo, a mi me mandaba donde Venancio a
comprar. En la Ce había muchas tiendas y tabernas donde los hombres cuando venían
del campo entraban a tomarse su vinito. La Cé estaba siempre con gente, sin
contar por las mañanas los puestos de mujeres que se ponían con cosas del
huerto, tomates, pimientos, judías, patatas y toda clase de verduras, sin dejar
atrás a las mujeres con sus cestas de peces y sus romanas, diciéndolas: Ten
cuidao no adelantes la romano que luego
cuando llegue a mi casa los voy a pesar.
─ Anda toma
uno para que te calles, luego dices que no te los peso bien, lo que tenias que
hacer era llevarte todos y te los ponía baratos, que estos peces te aguantan
hasta el sábado que venga tu marido, veras como le gustan.
─Bueno anda
ya me has engañao hoy.
─¿Y las anguilas
qué precio tienen?
─¿Bueno las anguilas hay pocas y cuando las
traen...claro se las comen los más pudientes.
─Bueno Justa
con estos peces yo tengo bastante, y gracias por ser tan generosa.
Y así transcurría
mi niñez con la fada de tablas, dos trenzas y corriendo y brincando de una casa
a otra. También iba al colegio de la señorita Julia, recuerdo que tenía una
virgen en la escalera que la teníamos que besar siempre que subíamos a clase.
Yo creo que fui
una niña feliz. Deseo que todos los niños del mundo lo fuesen también pues ser
niños es lo más bonito e inocente.
-Pilar de la Rosa Vazquez-
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