LA PUEBLA DE LOS
SESENTA
Allá en los años sesenta
Los hombres iban al campo
Andando o en bicicleta,
Cuando iban los segadores
Con sus hoces afiladas
Para segar esos trigos
Como también las cebadas,
Salían muy tempranito
A eso del amanecer
Y llevaban un botijo
Le ponían a la sombra
De un poco mies que segaban
Y así no dándole el sol
El agua más fresca estaba,
Seis segadores segaban
Otro cogía la mies
Le llamaban el atero
Los haces los hacia el
Los ataban con iscales
Que las mujeres hacían
Los hacían con esparto
Que del campo se traían
Las mujeres también iban
A segar las algarrobas
Que después hacían gavillas
Enredando unas con otras
Los guisantes y tomates
También ellas los cortaban
Y cogían las aceitunas
Que los hombres vareaban,
Después cuando se venían
Al terminar la jornada
Tenían que hacerla cena.
-Juan Jose Tarifa-
MI NIÑEZ
Yo sagrario, nací en la puebla el 4 de junio de 1948.
Soy la segunda de cinco hermanos, con lo cual niñera de los
tres pequeños. Recuerdo cuando venían
aquellos titiriteros por las calles con una cabra y un tambor, me tire toda la
tarde detrás de ellos con mi hermana pequeña en barrancones en la cadera hasta
que se durmió.
Vivíamos en el molino, había un patio muy grande y allí
teníamos casi de todo para jugar. Las muchachas dibujábamos grandes truques
donde jugábamos, teníamos cada una nuestra china de la suerte.
Jugábamos a la soga, al escondite, a caena y cantábamos
bonita canciones en cada fuego. Cuando llegaba la primavera, como había tantas
amapolas y flores silvestres, hacíamos collares muy bonitos, tejíamos las
malvas haciendo vestidos de novias y trajes para todos, y mucho teatro. Tengo
muy buenos recuerdos y grandes amigos de mi niñez.
Fui a la escuela de la señorita Julia, con ocho años junto a
mis compañeras de clase hice mi primera comunión en el convento de los frailes,
me acuerdo de llevar un vestidito corto, otras lo llevaban largo pero no me
sentía inferior pues entonces era así, ojala todos los niños de la tierra
pudieran contar cosas parecidas, pues antes ahora y siempre los niños, son
niños.
También me viene a la
memoria, algunas navidades vividas en distintas etapas de mi vida.
Cuando eres niño la vives con ilusión e inocencia sin saber
nada de marcas de juguetes, nos conformábamos con cualquier cacharro o muñeca
de cartón, o con una naranja, jugando a ala pelota con ella, claro.
No teníamos televisión que nos anunciara tanta variedad y
tan bonitos regalos, aunque para jugar antes como ahora cualquier cosa vale,
pues los niños son niños.
Cuando eres joven las ilusiones son otras, como comprarte
ropa, salir, ponerte guapa, pasarlo bien con tu pandilla, sobre todo si tenías
novio, como lo llamábamos antes.
Cuando llegaba el día 31 íbamos al baila de invitación, que
yo no sé que tenia eso de invitación, pues nadie te invitaba, solo era un lleno
de gente de todas las edades, bailando, eso sí, agarrados cada uno con su
pareja, si tenias o, a esperar a un chico te sacara a bailar, o bailabas con
una amiga, pero lo pasábamos muy bien.
Cuando ya tienes cierta edad es otra cosa, si eres madre
como yo, consultas ¿qué cenamos, donde nos reunimos cuántos somos? Pues cuando
los hijos se casan como nos pasó a nosotros hay que compartir una cena en una
casa y, la otra, en otra.
Comprendo que cada casa es un mundo, pero en mi casa nos
reunimos, aparte de mis hermanos sobrinos y mis padres, unos años en una casa y
otros en otra, y con la otra parte de la familia nos llamamos deseándonos lo
mejor.
La navidad es tiempo para amar, para soñar para compartir.
Nos nacen momentos de ternura, momentos de querer abrazar, de besar, de dar, de
querer recibir.
La navidad es solidaridad y compartir recuerdos.
Mi madre nos cuenta historias que en sus tiempos ocurrían.
Que en muchos hogares esa noche ni siquiera pan tenían pero
siempre había alguien que aunque fuera un poco de arroz y un cacho de bacalao a
sus casas les traía. Que luego salían cantando casi siempre en cuadrillas y en
casas que tienen lumbre se reunían o iban a misa del gallo toda la familia.
Hoy de eso nos reímos, preferimos ir de copas o ir de casa
rural, o decir ¡vaya precio tiene la langosta o el caviar!, que no sé ni cómo
se escribe, pues no lo he comido jamás.
Si he comido huevas de peces, que bien ricas están, o como
nos dice la tele, angulas del norte, que parecen plexiglás.
Entre noviembre y diciembre hacíamos la matanza y luego con
las mantecas y varios ingredientes más, hacíamos bollitos clásicos de navidad.
Mea cuerdo cuando era niña y llegaban esos días, como no hacíamos no hacíamos
deberes ni nada, quería ir con mi madre para poderla ayudar. Yo rallaba los
limones y me chupaba los dedos, que me gustaba más que jugar.
Me acuerdo de muchas cosas, pero voy a terminar elaborando
entre todos un buen postre, que aunque estemos en crisis, sobre todo estos
días, no nos debería de faltar.
Ingredientes que vamos a necesitar:
Un poco de nuestro tiempo.
Paciencia ponemos más.
Pondremos cariño, azúcar
y poquitín de sal.
Entre hombres y mujeres lo deberíamos amasar, y el postre se
llamaría: SOLIDARIDAD…
-Sagrario Martín Urda-
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